Alfredo, el último Romántico

Publicado: 3 abril, 2012 en actividades de montaña, alpina, cordillera cantabrica, escalada, Montaña, picos de europa
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Para los que no pudieron acudir a la despedida de Íñiguez, tal vez quieran leer lo que escribió Chelo (su esposa):

 

Alfredo Iñiguez

Alfredo Iñiguez

Alfredo Íñiguez era humano y, como tal, tuvo sus aciertos y sus errores, pero es ahora momento de glosar lo mejor que nos dio; recordar aquella parte de su ser que nos hizo sentir felices; donde él dejaba manar toda su bondad, porque deseaba que todos disfrutaran del monte como él lo hacía.

Poca gente en este mundo habrá amado tanto la montaña como él, un amor que no quería sólo para sí y que le llevó a introducir  en ese intrincado mundo a un gran número de personas, haciéndoles vivir y sentir la pasión que él sentía desde su juventud, cuando se acercaba a los montes de Asturias sin consentimiento paterno, y él y sus amigos mitigaban el hambre sólo con unas pipas.

Cuando le conocí me lo dejó muy claro: «nunca me plantees elegir la opción entre el monte o tú pues no sé qué te respondería.»

Siempre asumí que así debía de ser. No puedes cortar las alas a un pájaro. ¿Cómo puedes privar a alguien de su pasión cuando escribe lo siguiente?: “si el hombre no pudiera volar, aún le quedarían las crestas de la montaña”.

Amé la montaña gracias a él, como mucha gente. Durante muchos años le esperaba paciente en los refugios mientras hacía actividad con sus compañeros. Helena creció en Quirós. Si lo necesitaba, hacía de su segundo de cuerda, pero eran las menos de las veces pues yo siempre fui más temerosa que él y prefería resguardar mi pellejo.

Muchos se preguntan qué pasó, también me lo pregunto yo. Sólo puedo decir que nadie lo sabe, tan siquiera la persona que estaba con él. Lo único que sabemos es que estaba rapelando y de repente dijo: ¡ostia! Y se precipitó al vacío. No sabemos más y las conjeturas sobran, estaba escrito que así debía ser.

Murió viviendo como quería vivir, haciendo lo que más amaba en el mundo, y digo más que a nada en el mundo, siendo muy consciente de que la montaña fue lo que le hizo vivir y sentir más profundamente que incluso cualquier miembro de su familia.

Aquel era su mundo, donde se purificaba, donde hacía sus actos de contrición, para volver posteriormente a este otro, donde era inquilino de una época que le tocó vivir quizás a destiempo, porque Alfredo era sobretodo EL ÚLTIMO ROMÁNTICO.

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